Me despierto con esa sensación de verano en los pies, en la piel y en el gusto que tiene el aire. Y pienso – Esta primavera, no voy a enamorarme. Quizás me estaba condenando, o prediciendo, o poniéndome una meta. Quizás simplemente no quiero enamorarme o ya estoy enamorada. Y cuando el sol pega perpendicular en picada a la puerta, a la ventana y en el suelo se dibujan sombras, siento que es verano, y si es verano es paz, descanso, vacaciones, aire fresco, alas abiertas, pies descalzos y negros, y todo un remolino de sentimientos y emociones, de pasados, de navidad y de cerezas con frutillas, los juguitos y el animé, y cómo me gusta despertarme y verte ahí, sonreír y saber que nada importa.
Y sí, alguna vez fuimos felices. En cada verano fuimos felices y bailamos con perdices, y quizás por eso la nostalgia y las ganas, por eso ha de caerme tan bien el verano.
Verano, te necesitamos para volver a ser felices. Está todo bien con la primavera, pero ¿no podes venir más rápido?
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